A golpe de firmas
Trump intenta gobernar con decretos y órdenes ejecutivas. Es el presidente que más ha firmado en un solo día. Pero en una república democrática, hay límites. Escribe Óscar Constantino.
En una corte de Seattle, un juez federal se inclinó hacia adelante, miró directamente a los abogados del gobierno de Donald Trump y, con voz firme, dejó clara su posición: “Esta orden es abiertamente inconstitucional”. El mandatario, conocido por su estilo autoritario, había firmado una orden ejecutiva para eliminar la ciudadanía por nacimiento a los hijos de inmigrantes indocumentados. Pero el juez bloqueó la medida, asestando un golpe a su agenda. Esta escena ilustra un principio esencial: ni siquiera el presidente del país más poderoso del mundo puede ni debe gobernar sin límites.
El uso de órdenes ejecutivas es tan antiguo como la presidencia misma. Desde George Washington, los mandatarios han recurrido a esta herramienta para poner en marcha políticas cuando el Congreso está paralizado o para actuar rápidamente en crisis. Sin embargo, mientras George Washington firmó solo ocho, Calvin Coolidge expidió 1,203, Woodrow Wilson 1,803 y Franklin Delano Roosevelt 3,721. Como decía Tácito, “cuanto peor es un gobierno, más leyes necesita”. Estas órdenes han cruzado límites constitucionales que harían ruborizar a cualquiera de los padres fundadores de la república americana. Trump rompió el récord de firmas en un solo día, con 26, tres veces más que Washington en todo su gobierno.
¿Qué son las órdenes ejecutivas y dónde están los límites?
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