Carlos Slim y Alvin Toffler: el billonario y su gurú
La improbable relación de un magnate mexicano poco innovador y el teórico del cambio tecnológico. Escribe Ángel Jaramillo
El lunes pasado, Carlos Slim ofreció una conferencia en las oficinas del Grupo Financiero Inbursa. Ahí habló de la situación nacional y del panorama internacional. Slim es conocido por ser el hombre más rico de México y, alguna vez, del mundo. Su importancia para el desarrollo de nuestro país —o la falta de él— en los últimos tiempos no debería ser subestimada. Para entenderlo en sus contradicciones quizás habría que referirse a su gurú de cabecera: el sociólogo y futurólogo estadounidense, Alvin Toffler.
Nacido en Brooklyn, Nueva York, Toffler provenía de una familia de inmigrantes judíos de Polonia. Después de estudiar inglés en la Universidad de Nueva York, Toffler y su esposa Heidi (un sobrenombre) decidieron jugar a ser John Steinbeck y trabajaron como proletarios en una fábrica, al tiempo que investigaban la producción en masa. Toffler tuvo la suerte —que siempre está asociada al talento— de ser contratado por la revista de un sindicato, quien lo nombró corresponsal en Washington DC. De ahí todo fue subir en el mundo del periodismo. Toffler después fue contratado por la revista de negocios Fortune y publicó en varios medios influyentes. Sus entrevistas en Playboy con esa fuerza de la naturaleza literaria que fue Vladimir Nabokov y con la libertaria objetivista Ayn Rand le dieron una fama súbita.
Pero un destino de sociólogo de los cambios tecnológicos le esperaba: así nos regaló un libro magnífico cada década. En 1970 publicó su primera obra importante: el Shock del futuro, que se convirtió en un best-seller instantáneo. El genial cineasta, Orson Wells, llegó incluso a filmar un documental sobre el Shock del futuro, donde —gran encantador de las palabras— habló del "premature arrival of the future". No es fortuito que el libro de Toffler se publicara en Estados Unidos.
En Tiempo nublado, Octavio Paz sugiere que los estadounidenses son una especie de bárbaros del futuro. Un pueblo primitivo que ha escapado a la historia a través de una fuga hacia adelante: hacia un porvenir que siempre se difumina. No algo diferente había dicho Alexis de Tocqueville en el siglo XIX.
En 1980 Toffler publica La tercera ola, donde expone con mayor cuidado su tesis de que el mundo se encontraba ya inmerso en la sociedad superindustrial y que estaba por trascender la civilización de las chimeneas —la segunda ola— y la creada por el descubrimiento de la agricultura —la primera ola. Toffler reconoce a sus precursores: Marshall McLuhan (la aldea global), Zbigniew Brzezinski (la era tecnotrónica) y Daniel Bell (la sociedad postindustrial). No fue curioso que entre los epígrafes de La tercera ola estuviera una cita de la más compleja de las novelas de Carlos Fuentes: Terra nostra. Carlos Slim solía invitar a ambos a sus reuniones intelectuales.
En 1990, Toffler da a la luz El cambio del poder, donde —fundándose en la mitología shinto de acuerdo con la cual hay tres tesoros sagrados: el diamante, el espejo y la espada— el autor argumenta que el poder está transitando del dinero (el diamante) y el ejército (la espada) hacia el conocimiento (el espejo). Podemos pensar a Toffler como uno de los últimos pupilos de Francis Bacon (“conocimiento es poder”).
Su último libro importante —La revolución de la riqueza— fue publicado en 2006. En él, Toffler y su esposa Heidi dicen que los fundamentos de la riqueza entrañan una transformación revolucionaria en tres aspectos: el espacio, el tiempo y el conocimiento. Casi al final del libro Toffler propone la idea de que el mayor peligro de China es que ahí se pudiera fundar una nueva religión. Hipótesis sugerente que, por ahora, no parece posible.
La influencia de Toffler en el mundo no ha sido menor. En el Indo-Pacífico, estadistas como el chino Zhao Ziyang (quien pagó caro su respaldo a los estudiantes de Tiananmen), el surcoreano Kim Dae-jung y el singapurense Lee Kuan Yew establecieron una relación intelectual con Toffler e intentaron aplicar sus ideas. En Estados Unidos el político y congresista republicano Newt Gingrich es un admirador del sociólogo neoyorquino, lo mismo que el inversionista y empresario Steve Case. Así que Slim está en buena compañía.
Pero ¿cuál es entonces el problema con Slim en cuanto a su relación con Toffler? En dos biografías que se han escrito sobre el magnate (Slim: ¿Puede uno de los hombres más ricos del mundo ser una buena persona? de Diego Osorno y Carlos Slim: The Richest Man in the World de José Martínez) se menciona a Toffler sólo de pasada y no se considera a profundidad su pensamiento. Sin embargo, la influencia intelectual del sociólogo sobre el potentado ha sido claramente reconocida.
Por otro lado, es realmente difícil pensar que Slim ha llevado a cabo los consejos de Toffler. Para este último la palabra innovación es fundamental y la cultura de Silicon Valley es el prototipo del ethos de La tercera ola y de La revolución de la riqueza. Pero si examinamos la carrera empresarial de Slim nos damos cuenta de inmediato de que éste no ha inventado nuevas tecnologías disruptivas o innovado métodos empresariales o de gestión. En este sentido, es un empresario clásico mexicano, que con una mezcla de astucia y perseverancia ha amasado una gran fortuna. Ahora mismo, durante su última conferencia, de lo que habla es de inversión en petróleo y en gas, tecnologías de la era de las chimeneas, diría Toffler. A pesar de la amistad y el agradecimiento que sintió Toffler por Slim es claro que él no se veía reflejado en el magnate mexicano. El caso de Slim nos muestra, ad oculos, el dilema mexicano de ayer, hoy y siempre.
*Ángel Jaramillo es periodista, ensayista e historiador de las ideas políticas.
Empresarios como Slim, a pesar de sus recursos económicos y su astucia, prefieren no dar paso sin huarache.
Muy buen artículo. Da qué pensar. Ayer leía que su fortuna creció 70 % en los últimos 4 años y que seguirán los jugosos negocios para él mientras esté la 4T, sobre todo, sin órganos autónomos. A ver si Elon Musk no termina encontrándole nexos con terroristas. En tiempos así vivimos.