Demasiados traidores
Cómo iba a aguantar la república con tanto colaboracionista en circulación.
Con dos corcholatas y veinte pesos el régimen consiguió a dos de los tres senadores que necesitaba para apropiarse de la Constitución y asestar el golpe definitivo a la república. Vienen del PRD, matriz de Morena, pero miembro de la alianza opositora en la última elección, de modo que se trata de una traición a sus votantes y a los valores que la coalición decía defender, principalmente los contrapesos y la división de poderes que ahora serán destruidos.
Causó debida indignación en el pequeño público consciente. Y qué bueno, pues siempre debe repudiarse la traición por mero principio, pero les aseguro que el tercer senador se doblará tan fácilmente porque, si ha habido una constante en estos largos años de ascenso y consolidación del régimen obradorista, es la traición. No hubiera sido posible esta desventura colectiva sin una nutrida lista de desleales e infieles que desde hace décadas confabularon con la amenaza: asistiéndola, consintiéndola, empinándose y sacrificando su nombre, si es que lo tenían.
Empezando –no en orden cronológico sino en relevancia– con el pérfido de Peña Nieto y su gabinete de reformistas que claudicaron y abrieron las puertas de la ciudad a los bárbaros a cambio de impunidad; siguiendo con los gobernadores del PRI, que vendieron sus estados por embajadas; así como los frívolos expresidentes del PAN; no digamos ya el portaestandarte de la sumisión, Zaldívar, quien desechó su única encomienda para servir como secretario de justicia; o el partido esquirol naranja que dividió a la oposición; o la infiltrada Taddei y los seis consejeros del INE que apenas hace unos días validaron a la aplanadora legislativa, al igual que sus homólogos en el Tribunal Electoral. Y así, uno se echa un clavado a cualquier institución y ámbito de la vida pública –la academia, los medios, los think-tanks, los empresarios– y encuentra esa desilusión constante.
“No hubiera sido posible esta desventura colectiva sin una nutrida lista de desleales e infieles.”
Sin eximir al régimen obradorista de sus propios métodos y dinámicas, pienso que hubiera sido exactamente igual con cualquier otro régimen con pretensiones hegemónicas, que habría los mismos traidores en todos los estratos y esferas de la sociedad. Es una falla de carácter que no tiene nombre burocrático, pero que está ahí a la vista de todos. Por eso, nunca me compré el cuento de que bastaba con un buen diseño institucional para sobrevivir a los caudillos que produce nuestra civilización. Las instituciones pueden estar en teoría bien diseñadas, las reglas asentadas, podemos tener una Constitución y hasta llamarnos una república. Pero sin personas que aguanten y defiendan esas instituciones, ni una ciudadanía que los respalde y viceversa, es decir, si los traidores son demasiados –y demasiados traicionan en la hora crítica– la cosa está perdida. Y como la cosa está en efecto perdida por quién sabe cuánto tiempo, vayámonos preguntando, para empujar la pedagogía, ¿de dónde salen estos asistentes? ¿Quién los educa? ¿Con qué valores? ¿Por qué son tantos?
Y nosotros preocupados sólo por la compra de votos, cuándo en México hay compra-venta de almas.
Éste artículo es excelente.
Desafortunadamente la traición es una constante en nuestra sociedad. Me hizo recordar la que considero la mejor escena de Braveheart, cuando Wallace desenmascara a quien le había prometido su apoyo en batalla. Wow!
Felicidades Pablo! Saludos .