El mito del fraude desde la oposición

¿Por qué un régimen que se siente tan seguro de la victoria insiste en alegar fraude? Escribe Raudel Ávila en su columna dominical para Disidencia.

El presidente López Obrador lleva meses advirtiendo que la oposición intentará un fraude; y ahora –a unas semanas de la elección– su candidata Claudia Sheinbaum también. Foto: Saúl Rodríguez/Reforma

Esta semana, una vez más, las voces oficialistas advirtieron de la posibilidad de un fraude en la próxima elección presidencial. Es muy penosa la insignificancia intelectual de la clase política obradorista, pero más penosa todavía la de sus propagandistas, pues supuestamente estos sí disponen de herramientas conceptuales. Uno se pregunta cómo puede cometer fraude la oposición, no aquí en México, sino en cualquier lugar del mundo. Los fraudes electorales históricamente los han cometido los gobiernos por la sencilla razón de que disponen de mayores recursos políticos, institucionales, mediáticos, financieros y de coacción. No es ni será nunca comparable el poder de un grupo opositor con el de un gobierno que tiene a su servicio el presupuesto federal, las fuerzas armadas, la prensa y los canales de televisión. Si a esto le sumamos el sometimiento cada vez más evidente del INE a los designios de Palacio Nacional y los espacios vacantes en el Tribunal Electoral, así como en los tribunales estatales resulta no desconcertante, sino imposible, que la oposición cometa fraude electoral. Por el contrario, los elementos anteriores contribuyen a la suspicacia respecto de las intenciones gubernamentales en torno a respetar el resultado.

La intervención incesante del presidente de la República en los canales oficiales para influir sobre los votantes, el proselitismo ilegal de los servidores de la nación, amén de la operación electoral de los gobernadores oficialistas en la provincia proveen un tablero muy inclinado para favorecer a la candidata de Morena. El flujo de recursos de la federación a las campañas de Morena es obsceno y el INE se ha convertido en un mero espectador ante tal desfachatez. Eso sí, no incurra usted en una expresión verbal políticamente incorrecta ni se le ocurra ir vestido de rosa a las marchas pues la policía de género y de color del INE se apresurará a sancionarlo.