El temible Tribunal de Disciplina
La reforma judicial del régimen incluye la creación de un Tribunal Disciplinario para vigilar a los jueces desobedientes. Como su nombre lo indica, será un comisariado. Escribe Óscar Constantino.
Nunca he sido partidario del Consejo de la Judicatura, el órgano “regulador” del Poder Judicial. Cuando se implementó, hace casi 30 años, me pareció un órgano raro e invasivo de la autonomía judicial: ¿por qué tiene consejeros de otros poderes? Si es tan buena idea, ¿por qué no hay consejos semejantes que gobiernen al Legislativo y al Ejecutivo?
Sin embargo, tenía dos virtudes: la primera, descargaba la administración de todo el Poder Judicial de la Federación en un cuerpo distinto a la Corte, lo que permitía que los ministros se dedicaran más a las cuestiones de fondo y no a trámites; y la segunda, no intervenía en el gobierno ni disciplina de la Corte, porque por eso es Suprema.
Esas virtudes se esfumaron con el invento del Tribunal de Disciplina Judicial, una instancia espeluznante con poderes que hacen juego con su nombre autoritario: posee facultades sobre cualquier servidor público del Poder Judicial de la Federación, “incluyendo ministros, magistrados y jueces, a efecto de que investigue y, en su caso, sancione una conducta denunciada”.
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