Falsas equidistancias
Sobre el equilibrismo mediático en tiempos de asalto democrático
Uno de los axiomas periodísticos que predominan en la opinión pública es que el comentarista político, el analista, el comentócrata debe criticar a todos por igual: mantener imparcialidad y suficiente distancia crítica. Dos pasitos a la izquierda, dos a la derecha, manteniéndose en ese centro plural donde confluyen las ideas y donde los extremos quedan relegados a los confines del consenso. Si le pegas a este, pégale también al otro.
La objetividad absoluta es imposible, pero sí se puede ser más o menos equitativos y repartir conforme a las convicciones políticas no partidistas. Esto puede ser lo ideal en tiempos de normalidad democrática, donde todas las tribus respetan el juego, donde la disputa se ciñe al marco de la decencia, donde no pasa nada si le pegas a uno y luego al otro. En el caso de México, digamos, en 2003, 2009, 2015 cuando gobernaba gente que, con todos sus defectos, tenía temple democrático y respeto general por los arreglos básicos de una república: división de poderes, árbitro electoral autónomo, órganos reguladores, etc.
Pero cuando gobierna un régimen destructivo con ínfulas protofascistas como el obradorista, eso no es moralmente posible. Lo hemos comentado varias veces: es forzar la equidistancia entre el matón y el zapeado, favoreciendo ingenuamente al matón. No es un asunto de opinión o interpretación: el obradorismo está llamando explícitamente a consolidar su régimen transexenal hegemónico mediante la destrucción de la Suprema Corte y del árbitro electoral: el famoso Plan C.
Dos pasitos a la izquierda, dos a la derecha, manteniéndose en ese centro plural donde confluyen las ideas.
La oposición a esto la encabeza una señora medio torpe y desparpajada que vendía gelatinas en la extrema pobreza y que después se hizo empresaria y senadora. No es Lincoln, ni Churchill (México no produce de esos). Su campaña empezó muy bien y se estancó, aunque da visos de reacomodarse. La acompañan señores grises como Creel, siniestros como Moreira y reciclados como Ortega, emisarios de partidos necesarios pero desprestigiados. No se ve muy “presidencial”, le falta afinar las tuercas del relato, generar momentum y levantar el ánimo del amplio descontento ciudadano.
La crítica constructiva a la oposición es clave para mejorar, pero la verdadera equidad sería decir que, con todo eso, Xóchitl no es una amenaza letal y anunciada a nuestra joven democracia sino la única oposición a quien sí lo es. Eso es lo que siempre debe dejar claro un comentarista si es demócrata y sabe discernir. Si no, ni siquiera vale la pena atenderlo.
De acuerdo Pablo. Es desconcertante escuchar y leer a periodistas de larga trayectoria y de quienes uno creía que eran prodemócratas hablar bien de Claudia Sheimbaum y mal de la campaña de Xóchitl cuando es claro que la primera seguirá destruyendo las instituciones y organismos autónomos que aseguran un equilibrio de poderes. No importa que Sheimbaum se rodeé de algunas pocas personas de prestigio, finalmente son sólo para tranquilizar a los crédulos e ingenuos. Una vez en el gobierno seguirá todas las directrices que le diga AMLO, destruyendo todos los puentes que permiten la democracia.
Yo no estoy seguro que estos periodistas lo hagan por tratar de ser "imparciales" creo, más bien, que es por temor o porque les llegaron al precio.
Felicidades por no ser de esos.