Saber si el votante promedio es ignorante es una de las incógnitas más incómodas de la democracia porque una respuesta afirmativa confirmaría que las mayorías no siempre saben lo que votan ni escogen bien. Por eso se dice que la democracia no sirve para resolver problemas sino para mediar conflictos de corto plazo y, sobre todo, para apaciguar a la multitud.
Imaginemos una sala de cine donde el cácaro somete a votación dos películas: una muy mala pero taquillera y una mejorcita pero aburridona. La gente naturalmente escoge la primera, que en términos cinematográficos es una auténtica barbaridad pero deja tranquilo al público, que despedazaría la pantalla si se hubiese impuesto la otra. En el ejemplo se resolvió el conflicto, pero no ganó la mejor opción. Ni modo: quienes querían ver la mejor película tendrán que aguantarse.
Después de refrendar la continuidad de un régimen tan objetivamente mediocre y destructivo como el obradorista, surge esa inevitable pregunta, que hoy está proscrita por la corrección política porque, en tiempos populistas en los que el Pueblo es el sujeto histórico, meterse con el votante es un sacrilegio. Afortunadamente, los comentaristas no tenemos que ensalzar al votante para pepenar el voto y podemos decir las cosas tal como son.
Continúa leyendo con una prueba gratuita de 7 días
Suscríbete a Disidencia para seguir leyendo este post y obtener 7 días de acceso gratis al archivo completo de posts.