Jueces capturables e ineptos

Los nuevos jueces no sólo serán capturables sino también incapaces. La mayoría de las críticas se han centrado en la primera consecuencia, pero no la segunda. Escribe Óscar Constantino.

Eventually. Artista: B L A C

El sello del régimen nacional populista es la destrucción. En esa ética y estética se halla haber convertido el Senado de la República en una carpa para escoger por tómbola qué jueces federales serán cesados en 2025 y cuáles en 2027.

La primera gran consecuencia de la reforma es que los nuevos jueces serán aliados o capturables. Incluso si los jueces electos provinieran de candidaturas postuladas por el mismo Poder Judicial, se deberán a sus votantes. La independencia judicial quedará destruida: los jueces serán leales a intereses, en contradicción de su función esencial, que es revisar la legalidad bajo una estricta neutralidad.

En suma, la tómbola y el azar no son un buen método para integrar tribunales que impartan justicia. Tampoco lo es la elección popular para un cargo en el que la imparcialidad es indispensable, porque un juez votado por el “Pueblo” se debe a quienes lo eligieron y no al cumplimiento de la ley. Lo pongo en otros términos: si quienes eligen a un juez son delincuentes y rufianes, sus sentencias tendrán que favorecerlos, en perjuicio de la gente que sí cumple la ley y cuyos derechos están vulnerados por los criminales. Esta es una crítica esencial y fundamental: los jueces que pertenecen a un partido son, por su mismo nombre, parciales.

Pero, además de convertir a los juzgados en ventanillas de validación de los deseos del régimen, la otra consecuencia de la reforma judicial —tan mala como la parcialidad, o peor— es la ineptitud. Se ha dicho poco, pero ser juez no es sencillo y ser uno bueno es especialmente complejo. Quiero dedicarle unos párrafos a explicar esto, porque la mayoría de las personas no lo conoce y las críticas a la reforma se han centrado más en la otra consecuencia.