Las marchas rosas siempre fueron opositoras
Negarlo es darle la razón al régimen y una simulación.
Por supuesto que las marchas rosas fueron opositoras. De la primera a la última. Todas. Siempre me pareció absurdo y cobarde negarlo, una simulación timorata que nadie intelectualmente honesto se cree salvo la típica biempensantía que siempre quiere caer bien parada sin exponerse a perder la elección o a un mal gobierno de la oposición.
En sus causas, todas y cada una de las demandas de las marchas rosas estaban explícitamente en contra del régimen obradorista: defender al INE, a la democracia liberal, al orden constitucional, a la Suprema Corte, a la división de poderes. Defender a la República es estar geométricamente en contra del obradorismo. No hay ambigüedad posible, fueron marchas en defensa de ideas, instituciones, procesos y arreglos que este régimen quiere destruir. Su mayor virtud fue precisamente ser manifestaciones antiobradoristas.
Sus organizadores son una amalgama opositora de expolíticos, empresarios, organizaciones de la sociedad civil, activistas, líderes de opinión y ciudadanos con una gran dosis de liderazgo político profesional. No se trató de un movimiento espontáneo. Estas cosas necesitan muchísimo trabajo y organización: lo más difícil en política. Se necesitan líderes, dinero, planes, calendarios, órdenes y jerarquías. Por eso salieron tan bien y fueron tan exitosas.
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