México y la ruta venezolana
La analogía chavista tiene sus problemas para sonar las alarmas, pero también su claridad esencial.
Toda analogía política es problemática de por sí y, cuanto más desproporcionada es, menos eficiente para sonar las alarmas de la deriva autoritaria. Por ejemplo, se le ha dicho “Hitler” a Trump; una comparación tan desmedida que descalifica a sus críticos y sólo termina beneficiando a Trump.
Así se han ensayado todo tipo de analogías con el obradorismo: que si es un priismo setentero, que si es más bien como el populismo militar turco de Erdogan, o que si es una especie de Mussolini tropical. Sin embargo, no ha habido equivalencia más manoseada –quizá por la proximidad geográfica, cultural e ideológica– que la del chavismo: que si López Obrador es como Hugo Chávez y que si México se va a convertir en Venezuela.
Ante la comparación, el régimen obradorista rebate fácilmente con los datos en la mano –y peor aún, con la realidad– y puede tranquilamente preguntarles a los mexicanos: díganme si somos Venezuela. Las diferencias son tan visiblemente abismales que más bien queda ridiculizado quien hace la similitud. No, López Obrador no es militar. No, no tiene la bonanza petrolera que tuvo Chávez. No, Venezuela no tiene a Estados Unidos de vecino. No, no hay una diáspora masiva. Etcétera.
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