Our Town: Nuestro pueblo
Las últimas reformas del régimen obradorista ponen en peligro nuestras libertades políticas más esenciales. De concretarse, las vamos a extrañar.
Thornton Wilder es un escritor estadounidense conocido en México sobre todo por sus novelas Los idus de marzo y El puente de San Luis Rey. No obstante, en Estados Unidos es inmensamente popular por la representación de su obra teatral Our Town, literalmente Nuestro pueblo o Nuestra aldea.
Esta pieza es considerada por algunos críticos la mejor obra de teatro jamás escrita en Estados Unidos y es tan popular en los escenarios, que la leyenda dice que nunca ha dejado de representarse en algún escenario de la Unión Americana desde su estreno en 1938. La historia es realmente simple y magistral: el personaje principal es el “director de escena” quien narra la evolución de un modesto pueblito en Estados Unidos, donde se enamoran dos jóvenes provincianos: George y Emily. Ambos desprecian un poco la vida en su pueblito, pues lo consideran aburrido y desprovisto de cualquier distintivo respecto de otros pueblos norteamericanos. A lo largo de tres actos en los que aparentemente no sucede nada extraordinario, el director de escena nos presenta los personajes más ordinarios de la comunidad: las señoras chismosas, el médico local, los niños de la escuela, y la joven pareja de enamorados. Con inusual talento literario, Wilder presenta las escenas más cotidianas como algo verdaderamente excepcional, de tal modo que vemos transcurrir la vida de George y Emily como cualquier pareja de enamorados hasta que ella muere en el tercer acto dando a luz por segunda ocasión.
Es entonces cuando Emily se convierte en un fantasma que aprende a valorar cuán valiosa es la vida en libertad en un pueblo apacible, alejado de las guerras europeas. Solo muerta, Emily aprecia lo maravilloso y fuera de lo común que es poder vivir toda una existencia en una aldea con libertad plena. Ella quisiera regresar al gozo de cada pequeño detalle de la vida, pero para entonces ya es imposible. El mensaje de la obra no es primordialmente político, Wilder procura más bien que los lectores y, en su caso, los espectadores de la representación, aprendan a ver lo excepcional de la experiencia vital aún en los pueblos más pequeños y apartados. De ahí el carácter universal de la obra. No obstante, la mayoría de la gente, como Emily, muere sin valorar nunca estos elementos.
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