Perfectos
Los llamados a crear nuevos partidos políticos de oposición pueden no tener argumentos perfectos, pero sí urgentes. Réplica solicitada por Adina Chelminsky.
Dos notas antes de empezar: Primero, agradezco enormemente a Disidencia darme este espacio de réplica al artículo de Raudel Ávila, titulado Los nuevos partidos, publicado en este sitio el 24 de noviembre sobre los errores en la creación de nuevos partidos políticos, que usted puede leer aquí. Un texto en el que estoy de acuerdo en muchas cosas, pero no en otras y me gustaría agregar capas a la discusión.
Segundo, con el fin de ser totalmente abierta, aclaro que yo participo de manera activa y voluntaria en la creación del nuevo partido político que propone el Frente Cívico Nacional (FCN). Por lo mismo, no hablaré de ninguna propuesta del FCN en particular sino de asuntos generales. No porque no estén contemplados en el plan del Frente, sino porque este no es el espacio para plantearlos y además no soy vocera de la agrupación. Cualquier burrada en estas páginas es responsabilidad mía y sólo mía.
Poniendo las cartas abiertas sobre la mesa, empecemos…
Que sean jóvenes pero con experiencia política. Que sean conocidos pero impolutos. Que existan nuevas propuestas pero que les gusten a todos. Que no sean ni de izquierda ni de derecha sino todo lo contrario. Que incluyan a todas las corrientes pero que mantengan identidad propia…
A mí también me encantaría encontrar al candidato perfecto, que lidere el equipo perfecto, con la operación perfecta y las propuestas perfectas que permitan salvar a México del tobogán de destrucción política, social y económica por el que estamos descendiendo.
Pero Churchill se murió, Ángela Merkel no es mexicana y poder crear el PPRN, Partido Perfecto de Regeneración Nacional, está cabrón.
Las situaciones ideales no existen, ni en el matrimonio, ni en la política, ni en la vida. Buscarlos es una pérdida de tiempo. Hoy, después del tremendo golpe de realidad del 2 de junio, es momento de cambiar la visión romántica de lo que nos gustaría que fuera. Tenemos que hacer lo que tenemos que hacer con lo que tenemos a la mano.
Y OJO (con mayúscula) no estoy hablando de conformarnos con mediocridades ni de justificar los medios para lograr un fin. Estoy hablando de ubicarnos en una realidad, lejos de la ideal pero que se tiene que atender de manera urgente, porque México sigue descendiendo a cada vez más alta velocidad. Hablo de estar a la altura de las circunstancias con lo que hoy tenemos que hacer. Citando al socorrido Winston: “La perfección es la enemiga del progreso.”
La realidad es esta (y creo que todos podemos estar de acuerdo en el diagnóstico inicial): México se encuentra hoy en una situación crítica: Un partido en el gobierno que se distingue por ser populista y vengativo y, que en su sed de mantener el poder, está dispuesto a hipotecar el futuro de México. Además, como el proverbial roto para el descosido, tenemos una oposición tan ensimismada que es incapaz de hacerle frente a nada; no hay ni de dónde remendarla.
El hablar de opciones ciudadanas es enormemente atractivo pero básicamente inoperante: la logística legal (que es abismal) lo hace imposible.
Una nueva opción política es inminente.
Ahora (y sin duda), sería padrísimo tener el tiempo suficiente para generar, desde cero, nuevos liderazgos y nuevos partidos pero, hoy los tiempos apremian. Estamos luchando no sólo contra la situación presente, sino contra el reloj.
No sólo es el 2025 quizá la última oportunidad, por lo dispuesto en la ley electoral, para solicitar la creación de un nuevo partido político. También existe la urgencia de participar en las elecciones intermedias del 2027 y empezar a revertir la mayoría calificada que tiene el Morena en el legislativo y que nos convierte, de facto, en una dictadura.
Odio sonar dramática pero, es ahora o nunca.
Lo que los aspirantes a nuevos partidos políticos tienen que hacer y lo que la ciudadania tiene que exigir son dos cosas, simples pero no sencillas. Digamos que es la conjunción del aprendizaje de los errores del pasado con la promesa del futuro.
“Las situaciones ideales no existen, ni en el matrimonio, ni en la política, ni en la vida. Buscarlos es una pérdida de tiempo.”
Primero, dado que los liderazgos son “reciclados”, estos tienen que estar absolutamente conscientes de los errores cometidos durante tantos años, asumirlos y corregirlos. Segundo, que a las nuevas corrientes dentro de estos partidos aspirantes se les dé el espacio para proponer cambios en todos los sentidos: políticos, operativos, financieros, de comunicación.
¿Qué es lo que se tiene que corregir y qué es lo que se tiene que proponer?
(Seré enunciativa y escueta porque estos son temas que, cada uno, amerita un texto individual.)
1.- La nueva oposición tiene que entender que la ciudadanía no era arisca. La hicieron así con cochinadas políticas. El desencanto político que existe –que fue gran parte del abstencionismo de más de 40 millones de electores– se tiene que analizar y combatir, no acusando a los abstencionistas sino enfrentando la causa del desencanto.
2.-Sí, muchos de los liderazgos son “pan con lo mismo”, pero hay que distinguir claramente entre los personajes que han tenido una trayectoria con errores y aquellos que ya no tienen capital político o están podridos hasta la médula. En la elección de liderazgos de estos nuevos partidos políticos, y de los candidatos que eventualmente elijan, tienen que existir nuevos estándares de probidad moral y capacidad política.
3.- Son los políticos de siempre los que se tienen que comprometer a promover, como condición sine qua non, el nacimiento de nuevos liderazgos. Estos no nacen por generación espontánea. Se tiene que encontrar, nutrir, preparar y darles la rienda de las responsabilidades necesarias para que puedan convertirse en los líderes nuevos de un nuevo México. Se tienen que crear cuadrillas de liderazgos y no espejismos de caudillos individuales que prometan la magia de acabar con los problemas del país (de esos tenemos uno viviendo en La Chingada).
No sólo se tienen que gestar liderazgos nuevos y jóvenes, también se tiene que invertir en la capacitación constante de los líderes, los candidatos, los miembros y adherentes.
4.-La conversación de “si es de derecha o izquierda, o social democracia o liberalismo”, es anacrónica y no conecta en lo más mínimo con la población porque no resuelve absolutamente nada. Se necesitan partidos cuya doctrina sea el correcto diagnóstico de los problemas del país y la ejecución eficaz y eficiente de sus soluciones.
5.- Los nuevos partidos políticos tienen que cambiar tajantemente sus modos y mecanismos más allá de la política. Tienen que profesionalizar toda su gestión operativa, sobre todo la parte financiera. Se tiene que reformar desde el fondo la manera de conseguir, operar y reportar los recursos. No sólo para cumplir los requisitos del INE o del SAT, sino para asegurar a la ciudadanía transparencia y certeza. (Como nota al margen, durante el proceso de creación de partidos, no se reciben fondos públicos).
6- Y, por último, el nuevo partido tiene que cambiar la simbiosis que la oposición hoy tiene con Morena. No nos concebimos sin ellos. Por un lado, tenemos algo que aprender de la fuerza guinda, no es en balde la cantidad de votos y el apoyo popular que tiene (y no, no todo es por fraude o por programas públicos). Hace más de una década Morena puso el dedo en la llaga del enorme distanciamiento real que los partidos políticos tenían con la mayor parte de los mexicanos. De sus causas, de lo que les importa. Esto es algo que cualquier aspirante tiene que reconocer y aplicar.
Pero, por otro lado, la plataforma de un nuevo partido no puede sólo ser “antiMorena”, ni en fondo ni en el discurso. Se tiene que crear una identidad propia, distintiva y cercana a lo que México, el México de verdad, necesita.
Irónicamente hoy el principal riesgo que veo en el camino para crear nuevos partidos políticos que realmente funcionen no es tanto su imperfección, sino el exceso de opciones. Es decir: el principal riesgo es que a diestra y siniestra (énfasis en lo siniestro, porque no dudo sea una estrategia de Morena) aparezcan personas y organizaciones que quieran crear un nuevo partido como si fuera el accesorio de moda, y que esto no sólo le quite seriedad al proceso sino que confunda a la ciudadanía y pulverice a la oposición.
Será la responsabilidad de muchos aspirantes hacer el sacrificio por México y unirse a la mejor opción. Sólo una.
El buscar “perfectos” –partidos, liderazgos, propuestas que acomoden a todos– es, de manera práctica, rendirnos ante la enormidad de las circunstancias, ante el poder de Morena y la incapacidad de la oposición detrás de la tragedia mexicana.
La pregunta hoy es si a cambio de asumir la imperfección le podemos dar la oportunidad y el voto de confianza (de los que se necesitan casi 300,000 para lograr el registro de partido) a una oposición nueva, plural y bien pensada.
Raudel (a quien le repito mi admiración) acaba su texto escribiendo que “se mantiene pesimista”. Yo me mantengo cautamente optimista de que es algo que se puede lograr, entendiendo, como dije, el enorme reto que implica. Independientemente de si él ve el vaso medio vacío y yo medio lleno, creo que ambos podemos estar de acuerdo en que este es, quizá, el último trago de agua que nos queda.