Rescatar el debate
La calidad del debate en México está en niveles ínfimos porque la agenda la establece el régimen y los medios la persiguen como cardumen de sardinas. Escribe Raudel Ávila en su última columna del año.
La agenda pública mexicana se vuelve cada vez más pequeña e insignificante. Las últimas dos semanas, el planeta entero discutió las implicaciones del regreso al poder de Donald Trump, el futuro de la OTAN, el escalamiento del conflicto en Oriente Medio, la caída de Bashar al-Assad, el intento de instaurar una ley marcial en Corea del Sur, así como las implicaciones para Europa del previsible retiro del apoyo estadounidense a Ucrania en su guerra con Rusia y la participación en esa guerra de combatientes enviados desde Corea del Norte.
En México, la discusión pública las últimas semanas estuvo dominada por dos temas: la boda de un funcionario de la cancillería en un museo y el pleito de cantina entre Ricardo Monreal y Adán Augusto López. Pocas veces en mi vida he advertido con tanta claridad la distancia entre la calidad de la deliberación mexicana y la de otros países. La más superficial de las miradas al periodismo extranjero evidencia cómo México ha quedado completamente fuera de la órbita de los temas que le importan al mundo. No sólo eso, en México mismo no se habla lo suficiente de temas mexicanos infinitamente más significativos como el colapso de la seguridad pública en Sinaloa, la derrota en el panel sobre maíz transgénico, la reforma al Infonavit y un largo etcétera. Parece un caso más de lo que los memes llaman “lo vemos hasta enero.” Espero que sea así, pero mi impresión es que estos temas no se retomarán con la profundidad necesaria debido a las distracciones propias de ese mecanismo propagandístico tan exitoso conocido como las conferencias mañaneras.
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