Rumbo al Maximato
Los caudillos con títeres sucesores son una figura muy común en nuestra tradición.
Muchos apologistas de Claudia Sheinbaum dicen que no es débil, que sí tiene el “bastón de mando” –¡De veras que sí! ¡Te lo juro! ¡Yo la conozco!–, y que sugerir que el Licenciado la va a mangonear el próximo sexenio es un análisis simplista sacado de los pelos sin fundamento en la realidad. Se equivocan.
La clave al analizar los juegos de poder es descifrar quién tiene el poder real. No quién dice que lo tiene, ni quién dice que lo tendrá, sino quién lo tiene y lo puede seguir teniendo. Como dice una frase atribuida a Sartori, “el poder es de quien lo ejerce”. Todo lo demás es ilusión.
Si uno analiza fríamente el tablero de poder más allá de los rituales sucesorios y títulos impostados, la verdad es que el Licenciado tiene totalmente sitiada a Sheinbaum. No sólo son las señales recientes –como haberle tirado a su candidato preferido para la Ciudad de México, o haberle quitado una designación para ministro de la Corte–, sino herramientas de poder real que ha ido acomodando y preparando cuidadosamente.
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