Sin lealtad ciega
Inquieta que un medio de comunicación tan serio como el Washington Post modifique su línea editorial en función de presiones o, peor aún, miedo a incomodar al poder. Escribe Raudel Ávila.
“Para resistirse a la subyugación y la negación de los derechos no basta con expresar resentimiento y enojo. Hay que hablar el vocabulario del opresor y tener la claridad de mente necesaria para identificar los principios que justifican esa opresión y desmantelarlos intelectualmente. Los esclavos deben ser conscientes del hecho de ser esclavos y luego trascender la angustia y el dolor…” —Ayaan Hirsi Ali, Nómada, Del Islam a Occidente, un itinerario personal y político.
Una luminosa mañana de mayo de 2006, Ayaan Hirsi Ali tocaba la puerta de un modesto edificio de departamentos en Manhattan. Estaba por visitar y conocer a Oriana Fallacci, la legendaria periodista italiana. “No pudieron conmigo los fascistas italianos, ni las guerras, ni los caudillos y dictadores latinoamericanos. Tampoco los fundamentalistas musulmanes van a poder. Pero el cáncer cerebral es otra historia… tú sigue luchando por la libertad siempre. Es cosa de no rendirse”, le pidió Oriana a Hirsi Ali.
Oriana, en los últimos días de su vida, quería conocer y reconocer a Hirsi Ali por su valiente defensa de la libertad de expresión y la emancipación de las mujeres musulmanas frente al oscurantismo de su religión. Fallacci admiraba la forma en la que la somalí se oponía a las múltiples formas de opresión del Islam contra la mujer, aún y a pesar del silencio de las feministas occidentales frente a prácticas atroces como la ablación del clítoris. Ni Oriana Fallacci ni Ayaan Hirsi Ali estaban preocupadas por lo políticamente correcto. Estaban orgullosas de enarbolar los valores y libertades occidentales contra las amenazas del Islam.
Casi una década más tarde, Yeonmi Park, una refugiada norcoreana en Estados Unidos publicó su autobiografía In Order to Live: A North Korean Girl´s Journey to Freedom. En ese libro, Park detalla las monstruosidades que ella y su familia sufrieron por parte del comunismo y la dictadura totalitaria en Corea del Norte. El libro, más que un mero testimonio lacrimógeno de una víctima, es una advertencia a Occidente sobre los riesgos que entrañan las dictaduras de nuestro tiempo y las modas woke para las libertades que Estados Unidos y Europa Occidental ya no parecen valorar o simplemente dan por hechas como si fueran autosostenibles. Park denuncia el silencio de las feministas occidentales que se rehúsan a hablar de la explotación de las mujeres asiáticas en regímenes comunistas como Corea del Norte, pero también y, sobre todo, China. Park es una apasionada de la libertad, entendida en el sentido clásico occidental y, en particular, de la libertad de expresión. Ha recorrido el mundo dando conferencias para pedirle a sus auditorios que aprecien y luchen por esa libertad.
Pareciera entonces que quienes más valoran las libertades occidentales en nuestros días son mujeres musulmanas, asiáticas o bien occidentales de edad muy avanzada. Las nuevas generaciones occidentales no parecen interesadas en defender ese sistema de libertades y muy especialmente la principal de ellas: la de expresión.
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