A veces hay que tomarle la palabra a los tiempos. En lugar de darles una batalla frontal, tal vez sea más sabio sumergirse en ellos, nadar en sus aguas, verlos desde adentro, explicarlos con sus propias epistemologías. Me pregunto si es mejor entender y explicar a personajes de esta época romántica e irracional –al presidente López Obrador, por ejemplo–, a través de los códigos esotéricos del momento: horóscopos, detentes, amuletos, aluxes, humo de copal.
Si bien la ciencia y la razón son objetivas, quizá generen un escozor en los seguidores del presidente que impide el diálogo y el entendimiento. Acaso el cientificismo obtuso, tan alejado de la magia y lo oculto, les impide a sus acérrimos enemigos entenderlo y explicarlo bien. Así que, tanto para tiros como para troyanos, a lo mejor convienen otros lenguajes.
La astrología seria no predice el futuro, como hacen los charlatanes. Reúne arquetipos y metáforas para explicar –que no predecir– a las personas y sus circunstancias. Así como a menudo utilizamos los arquetipos de la mitología –“esa mujer es una Circe”, “ese muchacho es como Orfeo”–, así también se utilizan las metáforas de la astrología, que de hecho vienen en gran medida de la mitología griega. Una función similar, se podría decir, cumple la Biblia. No es que sea la palabra de Dios, sino una metanarrativa simbólica a través de la cual podemos descifrar la naturaleza humana: “Layda Sansores es una Salomé”, por ejemplo. “Los chavos de Democracia Deliberada intercambiaron sus reputaciones por un plato de lentejas”. La astrología, como la Biblia, es literaria.
Quien combinó estos arquetipos con la psicología personal moderna fue el enigmático Carl Jung, discípulo y luego crítico de Freud. Las metáforas astrológicas pueden ser útiles para entender y atender al paciente. No se trata, según Jung, de que los astros manden vibraciones que muevan a las personas o les impriman cierta rígida personalidad, mucho menos un destino. Más bien consiste en identificar relaciones simbólicas de la psicología personal con aquellos arquetipos. No hay, pues, signos astrológicos abstractos, que se lean por sí mismos en el vacío como en horóscopo de revista, sino rasgos psicológicos que se puedan explicar con metáforas astrológicas.
No soy astrólogo, pero para entender y explicar al Líder por medios más afines a su propia aproximación al mundo y la de sus seguidores que los de la ciencia neoliberal o la razón, obtuve su carta astral y ofrezco una lectura de la misma.
El Líder nació el 13 de noviembre de 1953, a las 02:00 hrs, en Tepetitán, Macuspana, Tabasco. Un Escorpio inequívoco. El escorpión fue enviado por Artemisa –diosa de la naturaleza– para matar a Orión cuando éste amenazó con destruir a los animales salvajes. El poder del escorpión yace en su emblemático aguijonazo, que puede ser usado para ganar batallas; pero también ahí reside su gran debilidad, pues al destruir a otros se puede destruir a sí mismo, picándose en la propia espalda. En su fortaleza también está, pues, su vulnerabilidad.
Acaso es el signo más misterioso, símbolo de la destrucción y la venganza, pero también, cuando está en armonía, de la fecundidad. Lo rige Marte, el dios de la guerra, la pasión, la violencia. Es un signo de agua, regido por las emociones, la intuición y los instintos, no por la razón. Esto es: navega sus mares por medio de los afectos y la mirada de los otros. Por eso el rechazo le provoca obsesiones y pensamientos negativos, de los cuales nace su gran sentido de ajusticiamiento y revanchismo. El signo más perseverante y determinado, difícil de persuadir, fiel a sus convicciones, las cuales defenderá hasta la muerte.
En la astrología seria no existen los signos puros. Uno no sólo es Escorpio y ya. Todos los signos entran en juego en complejas cuadraturas, triangulaciones y oposiciones con otros planetas y casas zodiacales. Por eso no hay carta astral que se repita. El “ADN astrológico” es único. De ahí que no haya dos psicologías astrológicas iguales. Las combinaciones son muchas y muy complejas, habiendo unas más influyentes que otras.
En su fortaleza también está, pues, su vulnerabilidad.
Quizá la cuadratura más importante en la carta del Líder es con Plutón, planeta del inframundo, símbolo del inconsciente más profundo, del crimen y el envilecimiento. El Escorpio con esa cuadratura está facultado para manipular y sugestionar a las masas, pues posee la sabiduría del Hades, pero, como aspira a ser redentor, todo puede salir terriblemente mal y llevar a un pueblo entero en el sentido contrario: el precipicio.
Otro astro crucial en la carta del Líder es la Luna, rectora de las emociones. Para un signo de agua como el suyo (Escorpio) la Luna es particularmente importante porque es la dueña de sus mareas. El Líder la tiene en Acuario. Un Escorpio con esa Luna siente la opresión de estructuras rígidas y de personajes hostiles a su alrededor, buscando derruirlas para liberarse. En armonía puede ser reformista, transformador, progresista; pero en discordia es jacobino y destructor. No le gusta sentirse controlado, por lo que busca él tener el control. La pérdida del control lo puede llevar a desarrollar un complejo de persecución y paranoia que se agudiza conforme más control pierde o más hostilidad recibe.
El ascendente es otra importante combinación de signos; es el signo con el que nos presentamos ante el mundo, la máscara, la personalidad que proyectamos para encubrir al signo nuclear. El Líder lo tiene en Virgo, dándole una apariencia de responsabilidad, compromiso, mesura. Es, digamos, lo que proyecta para los demás en la superficie, la carta de presentación. Dado que en el fondo anhela ser necesitado y querido, hace promesas para confirmar al ascendente y ocultar al escorpión. Pero la naturaleza del escorpión es aguardar en las sombras, y tarde o temprano se descubre. Cuando lo hace, cae en desgracia.
Finalmente resalta la posición de Mercurio en Escorpio. Un Mercurio ahí no resiste la traición, imaginaria o real. Cuando sucede, descube el punto débil en el traidor y lo somete sin ningún escrúpulo a su despiadado aguijonazo. Aquí también hay una fuerte necesidad de control y su pérdida genera una profunda inseguridad saciada con venganza contra los pérfidos e ingratos. Esa traición, en el fondo, es a la demanda insatisfecha de amor.
¿Sounds familiar, como dirían en inglés?
*Este ensayo se publicó el 3 de octubre del 2022 en Literal Magazine: Liga