Una bomba de tiempo: migrantes expulsados por Trump a México
México no está en condiciones de recibir 11 millones de deportados. Si el gobierno mexicano no negocia bien los términos, será una crisis sin precedentes.
Era una mañana de discursos firmes y promesas retumbantes cuando Donald Trump, nuevamente presidente de Estados Unidos, reiteró su ambiciosa meta de deportar un millón de migrantes en un año. Pero el objetivo ulterior, como él mismo lo había repetido en múltiples ocasiones, fue mucho más allá. Trump eventualmente buscó lo impensable: expulsar a los 11 millones que residen sin documentos legales en su país.
Para dimensionarlo, imagine usted el doble de Monterrey, Nuevo León con sus calles bulliciosas y su metrópoli en expansión. Esa es la cantidad de vidas que Trump desterraría: 11 millones de personas cuyo hogar ya no sería Estados Unidos sino un incierto destino al sur de la frontera.
El costo de esta operación titánica no es un secreto. Según el American Immigration Council, llevar a cabo un plan de esta magnitud costaría unos 315 mil millones de dólares. Y aunque la cifra parece alta, incluso para una economía como la estadounidense, la amenaza de esta política no recae únicamente en sus propios ciudadanos, sino en México, que será el principal receptor de esta avalancha humana.
México: el patio trasero sin blindaje
Mientras Turquía negoció miles de millones de euros con la Unión Europea para ser el receptor de refugiados sirios, el gobierno mexicano, liderado por Claudia Sheinbaum, parece estar dispuesto a abrir las puertas sin exigir nada a cambio. Pero la crisis migratoria en ciernes no es un simple desafío diplomático; es uno que puede redefinir el futuro del país. Los migrantes que Trump pretende expulsar son casi cuatro veces los que recibió Siria.
¿Y qué tiene México para ofrecer a estos migrantes? Nada. No hay trabajo suficiente para los propios mexicanos, menos aún para millones de personas que llegarán con estatus legal incierto. No hay hospitales, viviendas ni infraestructura que pueda soportar este repentino incremento poblacional. Y sin esas bases, los migrantes quedarán abandonados a su suerte, navegando entre la informalidad y el crimen organizado, chocando con una población local que ya enfrenta sus propios problemas.
La situación es aún más compleja porque no todos los deportados serán mexicanos. Aquí es donde empieza el rompecabezas. Se avizoran al menos tres grupos:
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