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Siempre me he preguntado qué pasa por la cabeza de este tipo de fanáticos. Creo que ser parte de la nómina del gobierno es solo una parte del fondo síquico de estas personas; vaya, es solo un premio para la perrada (sea dicho con todo respeto para tan maravillosas mascotas).

Tengo un conocido que, como yo, estuvo en una facultad de humanidades. Es un hombre inteligente y, sin embargo, cumple hasta la última coma con el estereotipo del chairo. Nadie le paga por apoyar al licenciado Mentiras… digo, Mesías… digo, el licenciado Licenciado. Lo apoya por la misma razón que odia a Ochoa y ama a Campos: por la pura camiseta (arriba mis Pumas).

Es de “izquierda”, y detrás de esa etiqueta, hay todavía otra capa: los chairos son una bola de románticos. Aman las historias rosas, siempre imaginarias, del desvalido defendido por aquel héroe romántico de sus fantasías de poder, que es una mezcla entre el Che Guevara, Emiliano Zapata y Pedro Infante; o en su defecto, alguna Chavela Vargas, tirando a Frida Khalo, con algo de María Félix… o sea, una mujer hombruna que fume habanos y escuche trova; o ya de plano, la que diga el lic. Licencias (porque se las toma todas).

Viven por esa figura más romantizada que romántica, y llevan años de tertulia imaginando que subiría al poder para, por fin, hacerle justicia al noble salvaje autóctono que en secreto vaya que desprecian. Hoy, como país, vivimos su sicosis, lo que para ellos es un sueño rosa. Por eso no quieren despertar.

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Si. Creo que tiene elementos religiosos el fenómeno.

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